OBRAS DE ARTISTAS FRANCISCANOS EN ARANTZAZU
La asociación Arantzazuko Adiskideak, la Fundación Arantzazu Gaur y los Franciscanos de Arantzazu han organizado la exposición colectiva de pintura y escultura “El taller de Arantzazu” que estará abierta hasta el 16 de octubre, en el centro cultural Gandiaga Topagunea de Arantzazu.
EL TALLER DE ARANTZAZU
La sombra de Jorge Oteiza fue muy alargada para todos los artistas vascos de la segunda mitad del siglo XX. Ningún otro artista de la época consiguió eclipsar ni la obra ni la personalidad del escultor. No obstante, su influencia, directa o indirectamente, fue también un revulsivo y sirvió de acicate para los creadores que por aquel entonces buscaban su lenguaje artístico propio. Eso mismo sucedió, por ejemplo, con los artistas franciscanos que habitaban en el Santuario de Arantzazu en el periodo en el que Oteiza, en colaboración con el resto de artistas que participaron en la decoración de la nueva Basilica de Arantzazu, trabajó para representar sus famosos Apóstoles y la Piedad que los observa.
En ese sentido, Edorta Kortadi, el comisario de la exposición El taller de Arantzazu que recopila la obra de cuatro de aquellos artistas franciscanos, Xavier Álvarez de Eulate, Jose Luis Iriondo, Juan Arriola y Xabier Egaña, recoge en el catálogo de la muestra que “los franciscanos artistas que aquí conocí se vieron inmersos en la vorágine de los artistas que construyeron el Santuario. Eran artistas de gran talla. Arantzazu fue un reto, una aventura, una propuesta de riesgo, de puesta al día de la religiosidad y del arte del País Vasco a mediados del siglo XX. Y el país, y Arantzazu, salieron ganando. Como también ganaron los frailes artistas que aquí ya trabajaban en el taller de Oración y Creación del Santuario”.
Xavier Álvarez de Eulate (Donostia, 1919 - Olite, 2012) es reconocido por ser el autor de las coloridas vidrieras del Santuario de Arantzazu. Tan importante fue para él la influencia del escultor de Orio, al que conoció al entrar a formar parte del equipo de artistas encargado de la decoración de la nueva Basílica de Arantzazu, que en la década de los 50 abandonó la Academia de Bellas Artes de Madrid “prefiriendo un aprendizaje más vital cerca de Jorge Oteiza”. Su trabajo artístico se desarrolló tanto dentro de la figuración como de la abstracción. Realizó obras de pequeño formato para distintas series (Horizontes, Zarzas ardiendo, Santas Faces y Espacios para una aparición, entre otras) que fue trabajando en el tiempo hasta que a finales de los años 90 dejó de pintar. También fue autor de grandes murales en diversos templos eclesiales y debe destacarse, asimismo, su labor como diseñador de vidrieras, escultor de tema religioso e ilustrador de libros. En su obra trató de comunicar un sentido de trascendencia, de paz y de esperanza. Afirmó que su pintura era un mero acompañamiento a la luz hecho de acordes de colores con el que pretendía elevar al espectador a una realidad superior: “Deseo llevarlo de lo visible a lo invisible, pero real”.
Jose Luis Iriondo (Donostia, 1931 - Bermeo, 2001) fue un magnífico y prolífico dibujante que decoró numerosos templos eclesiales de Gipuzkoa y Euskal Herria, e incluso de medio mundo (llegó hasta Argentina, Bolivia, México, Paraguay, Puerto Rico, República Dominicana y Estados Unidos) con su dulce figuración. El franciscano llenó su vida con la dedicación a la pintura que fue desarrollando gradualmente en sus estudios de los conventos de Olite y Arantzazu. Para completar su formación, de joven sacerdote fue enviado a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid como alumno libre y a la Academia de San Carlos en Valencia como alumno oficial. Destinado en Madrid, en los años 1962-1964, se unió al Movimiento de Arte Sacro que dirigía su amigo el dominico Padre Aguilar. Gran admirador del pintor realista Aurelio Arteta cuyas obras copió a lápiz en infinidad de ocasiones, cultivó varios temas que fueron sus predilectos a lo largo de su vida. Destacan los motivos religiosos y las representaciones del ámbito rural y del costumbrismo vasco donde capta la cotidianeidad de los campesinos trabajando, los pescadores, los levantadores de piedra, las cosedoras de redes, los remeros… Su producción se conformó también mediante otras vías diferentes al dibujo y en diversos soportes. Realizó murales, pinturas, esculturas, cementos moldeados, vidrieras, pirograbados, mosaicos, acuarelas, retratos en tablas, altares, etc.
Juan Arriola (Xemein, 1940), que dejó la orden en la década de los 70, encontró su lenguaje en la escultura y las construcciones realizadas con materiales de desecho en la línea del art povera, influenciado precisamente por el voto de pobreza franciscano. En la época en la que ejerció de profesor de Dibujo en el Seminario de Arantzazu, se encontraba “inmerso en la eterna búsqueda por encontrar mi camino”. La clave la encontró en un comentario que le escuchó al pintor Lucio Muñoz, quien se encontraba trabajando en la decoración del ábside de la Basílica: “¿Y por qué no han de ser artísticas también las latas de conserva?”. Sus primeras esculturas las construyó utilizando restos de sillas de tubo niquelado y de tablas de formica que encontró amontonadas “en un fabuloso desorden” en el garaje del Colegio. Hoy en día continúa siendo un “buscador” de objetos que cree en la Resurrección de los mismos: “No sé por qué pero mi sendero va por ahí, en la línea de querer dar una nueva vida a lo que tuvo otra”.
Xabier Egaña (Las Arenas, 1943) es el autor de las pinturas murales que rodean el Camarín de la Virgen de Arantzazu. En aquellas pinturas de 1979, donde los cuerpos representados se rompen en escorzos imposibles, ya podían leerse los rasgos de su lenguaje artístico: el expresionismo colorista cercano a las tendencias alemanas. Precisamente aquella sintonía le supuso el encargo, desde Mhülen, para realizar los murales de una iglesia. De una convocatoria de Oteiza, con quien trató en Arantzazu, surgieron los murales de la iglesia de Iñurritza, en Zarautz. Más tarde decoró las paredes de una iglesia en Puerto Rico, el Polideportivo de Arrigorriaga, un mural en una capilla en San Asensio en la Rioja… Y su maestro Álvarez de Eulate, al final de sus años, le regaló la preparación y realización de las vidrieras para la iglesia del Espíritu Santo en el barrio de Ibaeta en Donostia. Su hacer artístico ha estado mezclado con una serie de exposiciones colectivas e individuales e ilustraciones de libros que ha compartido con la docencia (en el Seminario de Arantzazu y en la Escuela de Magisterio Diocesana, antes de abandonar la orden). Actualmente está trabajando la decoración mural Pinturas para la vida en la iglesia de Antezana de Foronda en Araba.
Algunas de las obras pictóricas y escultóricas de estos cuatro artistas enraizados fuertemente en Arantzazu que crecieron a la sombra y al amparo del gran Oteiza se expondrán, bajo el título El taller de Arantzazu, en el centro cultural Gandiaga Topagunea de Arantzazu, del 2 de septiembre al 16 de octubre. El horario de visita será los sábados, de 11.00h a 14.00h y de 17.00h a 19.00h y los domingos y festivos, de 11.00h a 14.00h.
Esta muestra se solapará, desde el sábado 24 de septiembre y hasta su clausura, con la exposición que reunirá las obras ganadoras y las presentadas al IV. Concurso de Pintura al aire libre “Xavier Álvarez de Eulate” que se celebrará en Arantzazu el próximo sábado 17 de septiembre en homenaje al franciscano autor de las vidrieras de la Basilica de Arantzazu.